En los últimos días, hubo una reunión entre la candidata presidencial de Juntos por el Cambio, Patricia Bullrich, y el expresidente Mauricio Macri. Lejos de las versiones edulcoradas de la juntada que trascendieron, fue un encuentro a cara de perros.
Fiel a su estilo, Bullrich no dudo en reprocharle a Macri su actitud dual con Javier Milei, este coqueteo con el candidato de La Libertad Avanza. A Bullrich no les cayó nada bien este juego, y que Milei hasta ponderara la posibilidad de darle un cargo a Macri como “representante de la Argentina en el mundo”, incluso por encima de la Cancillería, para “abrir mercados”.
En la opinión de la presidenta del PRO, si Milei llegara a ganar las elecciones no va a tener gobernabilidad. Una gestión de los libertarios estaría condenada al fracaso y con ese coqueteo de Macri le hace el juego a Cristina Kirchner.
El exmandatario se defendió y le reiteró a su exministra de Seguridad que hubiese sido mejor tener vínculos con Milei para terminar con el kirchnerismo.
Pero en el encuentro hubo otro pedido de Bullrich que hirió profundamente el orgullo de Macri: la candidata de Juntos por el Cambio le pidió expresamente que no haga campaña, que no hable, que se vaya de viaje o pase desapercibido. Según Bullrich, las numerosas encuestas que se hicieron tras las PASO llegaron a una misma conclusión: el expresidente sigue con mala imagen, no aporta votos y hasta le quita la posibilidad de crecer a Bullrich en el conurbano. Dicho de otra forma: Macri es un “piantavotos” y tiene que dejar de tratar de moldear la competencia electoral.
Según algunas encuestas, la exministra de Seguridad retiene hoy más del 70% del votante de Horacio Rodríguez Larreta y tiene una intención de voto similar al que logró la coalición como fuerza en agosto.